Aldo Meneses
7 min readMay 3, 2017

Hace mucho, mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana…

Uno de mis primeros recuerdos conscientes es el de la navidad de 1977. Principalmente porque aquel año Santa Clós me trajo el helicóptero de rescate Fisher Price, pero también porque los adultos me dejaron jugar con él hasta tarde.

¿A poco no rifaba durísimo?

En casa de mi abuela paterna nunca se podía dormir de más, siempre había mucha actividad y ruido, así que después del obligatorio recalentado obviamente no tardé en que la desvelada me venciera y volví a quedarme dormido.

Cuando desperté era ya muy avanzada la tarde y seguíamos ahí, lo cual era inusual porque el día de navidad generalmente regresábamos temprano o pasábamos a casa de mi abuela materna a dar el abrazo.

Resultó ser que esperábamos a que regresara mi hermano. Al parecer él y mi tío (el hermano más joven de mi papá) habían salido y aprovechado para una ida no programada al cine. Cuando regresaron, mi hermano estaba sobreexcitado contando sobre la película que habían visto, lo que más recuerdo de su narración es su descripción del villano y unos dibujos de unas naves que traía en una manteleta del Burger Boy.

Yo no entendía de qué me hablaba, pero su entusiasmo me emocionó lo suficiente para querer ir a ver también “La Guerra de las Galaxias”. Sin embargo, no fue sino hasta el sábado 7 de enero de 1978 (como parte de nuestro regalo de Reyes) que vi por primera vez Star Wars.

Mi papá nos llevó al desaparecido cine Las Américas (en el predio que ahora comparten el centro comercial Puerta Condesa y el Auditorio BlackBerry) y aunque era muy pequeño para recordar, sé que lo que más me impactó fue la secuencia inicial con el inmenso Star Destroyer Devastator persiguiendo y capturando al Corellian Corvette Tantive IV, obviamente Darth Vader con su traje y actitud súper badass y por supuesto R2D2.

A diferencia de mi hermano, ni los tie-fighters ni las x-wing habían causado mucho impacto en mí, recuerdo que durante mucho tiempo creí que los stormtroopers eran robots y que los jawas eran malos porque ¡le habían disparado a Artoo!. Darth Vader se convirtió en mi spirit animal y me cosplayeaba de él (muy low-budget) a la menor provocación.

Probablemente hasta muchos años después entendí la trama de Star Wars. Recuerden que aún eran los setentas y las videocaseteras todavía no habían penetrado tanto en las casas y aunque seguramente arrastramos a mi papá al cine en múltiples ocasiones, no fue sino hasta que las figuras de acción de Kenner empezaron a llegar a México cuando la verdadera obsesión comenzó.

Ya sea en jugueterías y tiendas departamentales vía Lily Ledy y sus versiones nacionales o gracias a la fayuca en tianguis famosos como el del Hotel de México (hoy WTC México) o en tiendas “especializadas” como Poppin’ Bee (en la Colonia Roma) o Poppin’ Fox (dentro de los centros comerciales como Plaza Universidad y Plaza Satélite) era donde los artistas de la mercadotecnia montaban elaboradas maquetas en sus aparadores para exhibir las figuras y las naves y provocar que nuestros pequeños cerebros explotaran y quisiéramos tenerlo todo.

Toda mi generación enloqueció con los juguetes de Star Wars, de pronto todos los pedidos de regalos en cumpleaños, navidades, día de reyes, día del niño, fin de clases y salidas de paseo debían incluir una figura, una nave o una maqueta de Star Wars, la obsesión del coleccionista se apoderó de todos y a algunos jamás los abandonó.

La mercadotecnia en otros frentes no se quedó atrás y nuestros guardarropas se empezaron a llenar de playeras y ropa de cama de Star Wars. Utilizar y consumir productos de Star Wars se volvió una cuestión de status, no importaba si era shampoo, pasta de dientes, cereal o vitaminas, el chiste era tener tu casa llena de Chewbaccas y C3POs.

El merchandising de Star Wars fue lo que realmente impregnó nuestra cultura popular. La película había sido sólo el medio de introducción, pero la avalancha desmedida de productos fue lo que posicionó a Star Wars en los niveles de leyenda que aún ostenta. Pasarían muchos años (probablemente hasta Harry Potter) para que un fenómeno cultural así se repitiera y sobretodo para que tuviera un impacto general tan poderoso y duradero.

En una revisión actual y desapasionada de Star Wars, es muy fácil descubrir que no es la obra maestra del cine que nos han vendido todos estos años. Las deficiencias como director de George Lucas son obvias y la evolución en el lenguaje cinematográfico ya le han pasado la factura a algunas de las secuencias. Sin embargo, el ritmo de la película todavía funciona y muchos de los efectos prácticos y logros técnicos a pesar de tener cuatro décadas aún nos siguen pareciendo impresionantes e irrepetibles.

Lo que sigue haciendo a Star Wars relevante al grado que muchos críticos la consideren una de las primeras películas del cine moderno y un clásico del cine, son una serie de factores fortuitos que con el tiempo se han vuelto más evidentes pero que están intrínsecamente mezclados en el ADN de su creación.

El mérito más importante de todos es la magistral simpleza de su trama. George Lucas tuvo que trabajar muchos años en el desarrollo del guión, y con cada rechazo por parte de los estudios, blindó más su historia hasta hacerla perfecta, ajustada y sin palabras de más.

El segundo acierto de Star Wars es su casting. Las actuaciones de Sir Alec Guinness y Peter Cushing no sólo le dieron el peso, la seriedad y el gravitas necesarios a sus respectivos papeles, sino que impregnaron toda la película con la clase y el estilo que los caracterizaba. Y aunque nunca se les da el crédito suficiente, las actuaciones de Mark Hamill, Harrison Ford y Carrie Fisher, quienes a pesar de ser actores novatos y de tener una casi nula dirección de escena por parte de Lucas, lograron no sólo destacar sino sostener la película con su carisma y química en la pantalla.

El tercer punto a favor fue el crew atrás de Star Wars. Lucas logró reunir a los artistas, técnicos y creadores más talentosos de la época, muchos de los cuales se convertirían en futuros íconos de la industria. Después de transmitirles su visión, ellos fueron capaces de hacerla realidad y crearon algo que técnica y visualmente nadie mas habría podido lograr. Cuando por enfermedad y agobio por las dificultades de la producción Lucas les confió terminar su proyecto, ese equipo llevó el balón hacia la anotación. Uno de los héroes desconocidos de esa producción es Marcia Griffin (la ex-esposa de Lucas) que con su cuidadosa edición logró consolidar los esfuerzos de todo el equipo y es responsable del corte final de Star Wars que el mundo vio en pantalla.

El último y definitivo factor del éxito de Star Wars recae totalmente en John Williams y su impecable banda sonora. Toda la espectacularidad y esencia de la película está íntimamente relacionada con su música, es imposible pensar en Star Wars sin que suene en nuestra mente alguno de los muchos temas compuestos por Williams, su simbiotismo con toda la saga es total y absoluto. Si alguna vez dudan de esta relación, busquen en YouTube la premiación final sin música y se darán cuenta cómo inmediatamente la escena pierde su alma.

Sin quitarle méritos a Lucas, estos factores ayudaron a crear su obra maestra. Sé que existen versiones contradictorias de muchas de las historias relacionadas con la creación de Star Wars, pero cuando sustraemos alguno de estos factores, el producto final nos parece casi imposible de conseguir. Curiosamente las precuelas carecen de algunas de estas cualidades y eso provocó que fueran tan difíciles y dolorosas de ver para toda mi generación.

Hace un par de años, conseguí la versión desespecializada de la trilogía original y pude disfrutarlas de nuevo en su gloria inicial. Y después de años de fluctuar mi afecto y aprecio entre las otras películas, al fin puedo afirmar que a pesar de sus problemas Star Wars es mi favorita.

El opening sigue siendo impresionante, la conmovedora escena de la puesta de los soles en Tatooine y su contexto de frustración, soledad e impotencia es maravilloso, y por supuesto la espectacular secuencia de la trinchera en la Estrella de la Muerte son méritos suficientes para considerarla la mejor.

Han pasado 40 años y el mensaje de Star Wars sigue estando vigente. Es un cuento simple del bien triunfando sobre el mal, una historia con una moraleja acerca de cómo luchar contra nuestros miedos y limitaciones siempre tendrá su recompensa. Es un viaje de autodescubrimiento donde entendemos el valor de la amistad y la importancia del sacrificio por el bien común y un propósito superior. Es un relato acerca de esa fuerza que nos acerca, nos rodea y nos une con el resto del universo.

Probablemente hasta bien entrados los 80’s pude entender el mensaje y apreciar por completo la belleza de la película, pero algo que nunca ha cambiado con el tiempo es lo que Star Wars me hace sentir, lo que representa, lo que significó para mí. Durante muchos años fue el único vínculo emocional que compartía con mi hermano, era una especie de lenguaje secreto que compartíamos, un club privado del que ambos éramos miembros, nuestro vehículo de complicidad y empatía.

Star Wars es el compendio de todas las emociones y sentimientos relacionados con la inocencia de mi niñez, es un resumen de todos los juegos, de todas las historias, de todos las fantasías y de todos los sueños que cada vez parecen pertenecer menos a este mundo y más a una galaxia muy, muy lejana.

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Written by Aldo Meneses

Creativo por oficio, diseñador por necesidad, escritor por vocación y de religión Raider. Soy muchas cosas a la vez, pero ninguna me define.

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